En noviembre de 1989, el mayor Paredes, segundo hombre de la inteligencia cubana en Praga, decide pasar información altamente secreta a la CIA, en medio de la debacle de los regímenes comunistas de la Europa del Este. En Washington, su traición provoca dudas y escepticismo, a pesar que Javier Puig, el espía cubano-americano que sirvió de enlace con Paredes y viejo amigo de éste, trata de convencer a Langley de que no se trata de una provocación o infiltración cubana, sino de la decisión de un hombre valiente que, poniendo en juego su propia vida, trata de ayudar a la caída del régimen de Fidel Castro.